martes, 6 de febrero de 2018

SALVAR Y SALVARSE


Salvar y salvarse



La salvación que te ofrece Cristo —mencionada con frecuencia en la Biblia— es total y trascendente, se refiere a la vida presente y alcanza también, y especialmente, a la vida futura. El Señor espera tu colaboración en esta misión, ya que él quiere salvar a toda la humanidad. Cuando respondes a este llamado, por eso mismo estás asegurando tu propia salvación.

En un día invernal un hombre viajaba por sobre una capa de nieve profunda. Poco a poco llegó a entumecerse y, sin darse cuenta, estaba perdiendo sus facultades vitales. Ya estaba a punto de perecer congelado, dispuesto a abandonar la lucha por la vida, cuando escuchó los lamentos de un caminante como él que se estaba muriendo de frío. Se despertó en él el deseo de rescatarlo. Comenzó a frotar los helados miembros de aquel hombre infortunado, y después de un considerable esfuerzo, consiguió que se mantuviera en pie; pero como no podía caminar, lo llevó con simpatía en sus brazos recorriendo el camino que él pensó que no lograría hacer solo. Y cuando llegó con su hermano viajero hasta un lugar seguro, se le hizo clara la verdad de que al salvar a su semejante se había salvado también a sí mismo.

“Dios quiere salvarnos en racimo”, junto con los demás, en primer lugar con tu familia. Si pretendieras alcanzar la salvación solo, aislado del prójimo,  —“¡sálvese quien pueda!”—, por eso mismo te excluirías de toda posibilidad. El amor a Dios y al hermano está en el centro del mensaje de Jesús, nuestro único Salvador. Asegura tu salvación abriéndote a los demás.




* Enviado por el P. Natalio

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 6 DE FEBRERO


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
6 de Febrero



No hay una sola clase de encuentros: siempre el encuentro puede ser de mayor intensidad; siempre puede uno aumentar el amor que pone en un encuentro. En consecuencia cada día podemos y debemos encontrarnos con Cristo.


* P. Alfonso Milagro

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 6 DE FEBRERO DEL 2018


Lecturas de hoy Martes de la 5ª Semana del Tiempo Ordinario
 Hoy, martes, 6 de febrero de 2018




Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes (8,22-23.27-30):

En aquellos días, Salomón, en pie ante el altar del Señor, en presencia de toda la asamblea de Israel, extendió las manos al cielo y dijo: «¡Señor, Dios de Israel! Ni arriba en el cielo ni abajo en la tierra hay un Dios como tú, fiel a la alianza con tus vasallos, si caminan de todo corazón en tu presencia. Aunque, ¿es posible que Dios habite en la tierra? Si no cabes en el cielo y lo más alto del cielo, ¡cuánto menos en este templo que he construido! Vuelve tu rostro a la oración y súplica de tu siervo Señor, Dios mío, escucha el clamor y la oración que te dirige hoy tu siervo. Día y noche estén tus ojos abiertos sobre este templo, sobre el sitio donde quisiste que residiera tu nombre. ¡Escucha la oración que tu siervo te dirige en este sitio! Escucha la súplica de tu siervo y de tu pueblo, Israel, cuando recen en este sitio; escucha tú, desde tu morada del cielo, y perdona.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 83,3.4.5.10.11

R/. ¡Qué deseables son tus moradas, 
Señor de los ejércitos!

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R/.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Fliate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido. R/.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,1-13):

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos (los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.) 
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»
Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos." Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Y añadió: «Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre" y "el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte"; en cambio, vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: "Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo", ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas.»

Palabra del Señor





Comentario al Evangelio de hoy martes, 6 de febrero de 2018
José Luis Latorre, misionero claretiano




Queridos hermanos:

Jesús nos enseña que en la vida hay cosas esenciales y cosas secundarias, y que éstas nos pueden desviar de lo que es verdaderamente importante y da sentido a la vida. Ciertamente cumplir unas normas, realizar ritos o ceremonias, practicar unas costumbres de tradición está bien y nos da seguridad. Pero, ¿es eso lo más importante en nuestra vida? Si fuera así haríamos como los fariseos cuyos preceptos y normas son “tradición de los antiguos”, “tradición de los hombres”, “tradición vuestra” como dice el Evangelio de hoy, es decir ellos las han hecho y se las han trasmitido a sí mismos. Es verdad que todos podemos olvidarnos de las cosas esenciales y obsesionarnos por las cosas secundarias y no ver más allá; incluso podemos convertir lo secundario en fundamental.

En tiempos de desorientación como los nuestros puede sorprendernos la tentación de ir a la caza de seguridades y adherirnos a prácticas, ceremonias y costumbres “antiguas”, a “los maestros de antes”, a “lo nuestro” pensando que así somos fieles a Dios y no querer saber nada de los aires nuevos que el Espíritu está soplando.

La vida de Jesús fue de cosas sencillas y fundamentales: la amistad, la solidaridad, la justicia, la misericordia, el compartir, el trabajo de cada día, la simplicidad en el vestir y comer, el descanso, la sobriedad… Jesús vivió la vida desde dentro, desde el corazón que estaba fuertemente anclado en el Padre Providente que cuando creó el mundo “todo lo hizo muy bien”.  Jesús nos descubrió que del corazón del hombre sale lo bueno y lo malo; que la persona tiene la capacidad de transformar lo bueno en malo y lo malo en bueno.  Y la vida de Jesús es Evangelio, es decir la Buena Noticia predicada con palabras y obras. Es el Evangelio de la grandeza de las cosas pequeñas y sencillas de cada día que todos podemos hacer sin complicaciones. Pero todo esto vivido desde un corazón que cree  que Dios Padre se alegra y goza cuando las personas vivimos y disfrutamos de todo lo que Él ha hecho; un Dios Padre que quiere que todos –sin exclusión ni diferencia- disfruten de la obra de su creación;  un Dios Padre que hace salir el sol sobre  buenos y malos,  y envía la lluvia sobre el campo del justo y pecador, porque todos son sus hijos y a todos ama igualmente.

BUENOS DÍAS





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