lunes, 12 de diciembre de 2016

ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE



ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE


¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todos nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorga abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

LA MIEL EN EL FUEGO


La miel en el fuego


Para conservar a un amigo se necesitan tres cosas: honrarlo cuando está presente, valorarlo cuando está ausente y ayudarlo cuando lo necesita. A veces, por irreflexión, los perdemos, porque fallamos en algunos de estos tres requisitos, como en la graciosa anécdota que te presento:

Nasrudín calentaba miel en el fuego, cuando un amigo llegó de improviso. La miel comenzó a hervir y Nasrudin convidó a su visitante. Estaba tan caliente, que el otro se quemó. - ¡Haz algo! - exclamó el amigo. Entonces Nasrudín tomó un gran abanico y lo agitó por encima de la olla... con el propósito de enfriar la miel.

“La amistad es una puerta que se abre, una sonrisa que te alienta, una mirada que te comprende, una lágrima que se une a tu dolor, una palabra que te anima, y una crítica que te mejora. Es un encuentro que te regocija, un favor sin recompensa, y un esperar... sin cansancio”. Valora a tus amigos y acéptalos como son.


* Enviado por el P. Natalio 

LA VIRGEN DE GUADALUPE Y NUESTRA IDENTIDAD


La Virgen de Guadalupe y nuestra identidad
La Virgen de Guadalupe fue el principal elemento de solidaridad, de cohesión, de integración, de identidad, de pertenencia, que pudo abrazar a tantas raíces culturales distintas, e integrarlas en una nueva nación, pluricultural, mestiza y variada


Por: Federico González W y Guadalupe Sol | Fuente: Yo Influyo 




Un hecho histórico

“No hizo nada igual con ninguna otra nación”
(Non fecit taliter omni nationi)
fueron las palabras de Benedicto XIV cuando se le presentó la imagen de la Virgen de Guadalupe y admirando su belleza aprobó las obras del patronato de Guadalupe en México.
La aparición de la Virgen de Guadalupe está documentada en un libro escrito en náhuatl por Antonio Valeriano llamado Nican Mopohua (Aquí se narra), escrito en la época de las apariciones.

“Diez años después de tomada la ciudad de México se suspendió la guerra y hubo paz entre los pueblos, así como empezó a brotar la fe, el conocimiento del verdadero Dios, por quien se vive. (…) en el año de 1531, a pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un pobre indio de nombre Juan Diego según se dice, natural de Cuautitlán” (…) Cuando llegó a la cumbre, vio a una señora, que estaba allí de pie y que le dijo que se acercara. Llegado a su presencia, se maravilló mucho de su sobrehumana grandeza: su vestidura era radiante como el sol” 1.

La petición de la Sra. del Cielo, como Juan Diego la llamó cariñosamente fue:

“Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre; a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra” y más adelante en otra de las apariciones le dijo la frase que se encuentra escrita en la Basílica de Guadalupe, con la que son acogidos todos los que la buscan “¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa”.

El final, todos lo conocemos, la Virgen le dio una prueba para que la llevara al Obispo Fray Juan de Zumárraga que fueron unas rosas de Castilla, y al entregarlas apareció su imagen hace 474 años en el Ayate de Juan Diego, la que hoy se venera en la Basílica de Guadalupe.

Identidad y memoria 

A partir del siglo XVI se inició en México un proceso de mestizaje racial, pero sobre todo cultural, que involucró a personas de muy distintos orígenes y características: españoles, mexicas, tlaxcaltecas, otomíes, africanos, chinos y filipinos. Pero cabe preguntar, ¿cuál fue el principal elemento de solidaridad, de cohesión, de integración, de identidad, de pertenencia, que pudo abrazar a tantas raíces culturales distintas, e integrarlas en una nueva nación, pluricultural, mestiza y variada?, La Virgen de Guadalupe2.

“Testimonios históricos del siglo XVII indican que para entonces los nacidos en México se reconocían distintos y originales, y eso era motivo de orgullo y satisfacción. Se mencionaban los caballos que esta tierra daba, la hermosura de las mujeres, el clima benigno, la grandiosidad del paisaje, la corrección y dulzura del idioma, los grandes palacios e iglesias, pero había algo más que ostentaban los mexicanos con una gran alegría, casi con un sentido de revancha frente a los nacidos en otras tierras: la Madre de Dios había tenido una especial consideración con esta región del mundo, y como prueba de su especial favor les había hecho don de su propia imagen, impresa en la tilma de un natural del país” 3.

Ciencia y símbolos guadalupanos

Sin duda una tela tan antigua y con el peso de la historia que tiene, ha sido punto de interés de diferentes científicos, incluso no creyentes.

El Dr. José Aste Tomson utilizó una tecnología digital de imágenes para estudiar las corneas de la imagen de Guadalupe directamente del Ayate. Se ampliaron las fotografías y descubrió 13 pequeñas imágenes.

En entrevista para Yo Influyo declaró: “Las mismas imágenes están en las dos corneas, no están del mismo tamaño pero sí en las mismas posiciones. Algo así sucede con nuestros ojos cuando algo se refleja en nuestras córneas, si lo que se refleja está más cerca de un ojo sale más grande, y así están en la Virgen.

“El primer personaje que descubrí fue un indígena que esta sentado casi desnudo, con las piernas cruzadas en actitud de mucho interés. (…) ahí en los mismos ojos está la figura de la cabeza de un hombre bastante anciano, demacrado, que por comparación con pinturas parece ser el Obispo Zumárraga, junto a él hay un joven, posiblemente el traductor del Obispo, después esta propiamente Juan Diego, que se le podría reconocer porque está desplegando una capa o tilma frente a precisamente el que sería el Obispo.

“Detrás de él aparece una mujer de raza negra, hay el personaje que ya había sido descubierto y que en esa época se pensó que sería Juan Diego pero con estas ampliaciones se ve que es español. Y lo más interesante que hay en la pupila, en el centro, está un grupo familiar, formado por el padre, la madre, tres niños y dos adultos más”.

El Dr. quiso destacar que la Virgen de Guadalupe da un mensaje a favor de la familia, al mantener en sus ojos la imagen de ésta familia completa que fue testigo de la maravilla del Ayate.

También en entrevista para Yo Influyo Mons. Pedro A. Díaz Rivera5 dijo “es una imagen que dice mucho a los indígenas, toma su cultura porque apareció con aquellos símbolos de las deidades indígenas, aquello que era importante para el indígena, el color de su vestimenta era el color que utilizaban los principales, apareció el sol, la luna y las estrellas, pero ella esta sobre la luna, se viste de las estrellas, el sol esta atrás, es más que sus deidades, y les esta hablando en su propio lenguaje. (…) y al mismo tiempo su actitud es reverente, dice no soy una diosa, aparece como una mujer embarazada, se presenta como la portadora del Dios por quien se vive”.

El material del que está hecho el Ayate, el cual es confeccionado con la fibra del maguey llamada ixtle, que se obtiene mediante un rústico y laborioso proceso. Es un enigma el cómo se ha mantenido intacto a pesar de los cientos de años que tiene..

“Los expertos coinciden en que la Virgen de Guadalupe quiso mostrarse a los antiguos pueblos indígenas con un atuendo lleno de símbolos (a manera de códice) que los habitantes de estas tierras pudieron entender fácilmente” 6.

Algunos de los símbolos que destacan en el Ayate de Guadalupe son:
- La estatura de la Virgen en el Ayate es de 143 centímetros y representa a una joven cuya edad aproximada es de 18 a 20 años.
- Lleva el cabello suelto, lo que entre los aztecas era señal de una mujer glorificada con un hijo en el vientre.
- Está embarazada. Su gravidez se constata por la forma aumentada del abdomen, donde se destaca una mayor prominencia vertical que trasversal, corresponde a un embarazo casi en su última etapa.

La flor de cuatro pétalos o Nahui Ollin: es el símbolo principal en la imagen de la Virgen, es el máximo símbolo náhuatl y representa la presencia de Dios, la plenitud, el centro del espacio y del tiempo.

En la imagen presenta a la Virgen de Guadalupe como la Madre de Dios y marca el lugar donde se encuentra Nuestro Señor Jesús en su vientre.

Forjadora de una nación

Mucho se ha escrito de la identidad del mexicano, ha sido difícil definirnos como nación unida y a pesar de nuestros contrastes culturales, educativos, económicos y sociales si existe un punto de unión que no distingue raza, ni clase social: es la identificación con la Virgen de Guadalupe.

Símbolo de encuentro entre todos los mexicanos, incluso entre los no creyentes. Su mensaje es de paz, de reconciliación, de solidaridad y de unidad.

Mexicanos volad presurosos
del pendón de la Virgen en pos,
y en la lucha saldréis victoriosos…

Entrevistas: Federico González W y Guadalupe Solis.
Investigación y redacción: Ma. Teresa Guevara de Urrutia.


FELIZ FIESTA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE!!


¡Feliz Fiesta de la Virgen de Guadalupe!
Por Abel Camasca


 (ACI).- “No se entristezca tu corazón… ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”, le dijo la Virgen de Guadalupe al afligido Juan Diego un 12 de diciembre de 1531. Ella, la Emperatriz de América y Patrona de México, quiso dejar su imagen desde ese día en una sencilla “tilma” como señal del Amor de Dios para creyentes y no creyentes.

Con motivo de esta gran celebración, las puertas de Basílica de San Pedro se abrirán hoy para que el Papa Francisco junto a miles de fieles latinoamericanos y 750 sacerdotes concelebrantes festejen una gran Misa criolla en castellano.


La historia de la Virgen del Tepeyac

Solo diez años después de la conquista de México, los misioneros tenían poco éxito en la evangelización y conversión de los nuevos pueblos, en gran parte por el mal ejemplo de los que llamándose cristianos, abusaban de los nativos.

El 9 de diciembre de 1531 la Virgen se le apareció a un humilde indio, convertido al cristianismo, llamado Juan Diego, en un lugar denominado Tepeyac. María se presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”.


La Reina del Cielo le encomendó que en su nombre le pidiese al Obispo Capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una Iglesia en el lugar de la aparición.

El Obispo no aceptó la idea y la Virgen le pidió que insistiera. Al día siguiente, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas del prodigio.

El martes 12 de diciembre, la Virgen se le presentó y consoló a Juan Diego diciéndole “No temas…”  porque su tío ya estaba curado. Luego lo invitó a subir a la cima de la colina del Tepeyac para que recogiera flores y se las trajera.

A pesar de la estación invernal y la aridez del lugar, San Juan Diego encontró flores muy hermosas y la colocó en su “tilma”. La Virgen entonces le mandó que se las presentara al Obispo.

Estando frente al Prelado, el Santo abrió su “tilma” y dejó caer las flores. En el tejido apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe y el Obispo y demás presentes cayeron de rodillas con gran asombro. Luego el Obispo pidió perdón.

Al día siguiente fueron al monte del Tepeyac, donde de inmediato la gente se ofreció para elevar el templo. Juan Diego pidió permiso y fue presurosamente a ver a su tío Juan Bernardino, que había estado muy grave de salud, y al llegar vio que su pariente estaba recuperado.

Allí Juan Diego le contó lo sucedido y el tío respondió diciendo que la Virgen también se le había aparecido y que Ella le había pedido que contara lo de su curación al Obispo.

Con el manto, la Virgen trajo reconciliación entre nativos y españoles porque con los símbolos que allí aparecen, las dos culturas podían entender perfectamente el mensaje del Cielo. De igual modo, les ayudó a comprender que la fe cristiana no es propiedad de nadie, sino un don de amor para todos.


En los 7 años después de las apariciones, hubo una conversión de 8 millones de nativos. Lo que es un promedio de 3 mil hombres diarios y que hace recordar a la predicación de San Pedro en el día de Pentecostés, en el que también se convirtieron 3 mil hombres aquella fecha.

Cada año se acercan a la venerada imagen alrededor de 20 millones de fieles y en el día de su fiesta, se calcula que casi tres millones acuden al santuario.

“Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi templecito, para allí mostrárselo a ustedes, engrandecerlo, entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación”, dijo la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego.

“Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos ustedes, tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno, y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me honren confiando en mi intercesión. Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores”, añadió la Madre de las Américas.

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Historia de la Virgen de Guadalupe

Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a sus clases de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó una voz que lo llamaba por su nombre.

Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo".

De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.

De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba.

El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.

Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.

Pio X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pio XII la llamó "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".

La imagen de la Virgen de Guadalupe se venera en México con grandísima devoción, y los milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen de Guadalupe son extraordinarios.

INTERPRETACIÓN DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE GUADALUPE


Interpretación de la Imagen de la Virgen de Guadalupe


Los pueblos mesoamericanos desde tiempos remotos ya veneraban en el cerro del tepeyac a una deidad llamada Tonantzin (que quiere decir Nuestra Madrecita), por esta razón, fue más fácil la asimilación el mensaje traído por la Virgen María como verdadera Madre de Dios y Madre nuestra.

El nombre de “SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE” ella misma lo dio a Juan Bernardino, tío de Juan Diego, cuando se le apareció para sanarle de sus enfermedades.

Cabello: Lleva el cabello suelto, lo que entre los aztecas es señal de virginidad. Es Virgen y Madre.

Rostro: Su rostro es moreno, ovalado y en actitud de profunda oración. Su semblante es dulce, fresco, amable, refleja amor y ternura, además de una gran fortaleza.

Manos: Sus manos están juntas en señal de recogimiento, en profunda oración. La derecha es más blanca y estilizada, la izquierda es morena y más llena, podrían simbolizar la unión de dos razas distintas.

Embarazo: Su gravidez se constata por la forma aumentada del abdomen, donde se destaca una mayor prominencia vertical que transversal, corresponde a un embarazo casi en su última etapa.

Edad: Representa a una joven que su edad aproximada es de 18 a 20 años.

Estatura: La estatura de la Virgen en el ayate es de 1.43 centímetros.

El cinto: El cinto marca el embarazo de la Virgen. Se localiza arriba del vientre. Cae en dos extremos trapezoidales que en el mundo náhuatl representaban el fin de un ciclo y el nacimiento de una nueva era. En la imagen simboliza que con Jesucristo se inicia una nueva era tanto para el viejo como para el nuevo mundo.

Los rayos: La Virgen está rodeada de rayos dorados que le forman un halo luminoso o aura. El mensaje transmitido es: ella es la Madre de la luz, del Sol, del Niño Sol, del Dios verdadero, ella lo hace descender hacia el “centro de la luna” (México de nátuahl) para que allí nazca, alumbre y dé vida.

La luna: La Virgen de Guadalupe está de pie en medio de la luna, y no es casual que la palabra México en nátuahl son “Metz – xic – co” que significan “en el centro de la luna”. También es símbolo de fecundidad, nacimiento, vida. Marca los hilos de la fertilidad femenina y terrestre.

La flor de cuatro pétalos o Nahui Ollin: es el símbolo principal en la imagen de la Virgen, es el máximo símbolo nátuahl y representa la presencia de Dios, la plenitud, el centro del especio y del tiempo. En la imagen presenta a la Virgen de Guadalupe como la Madre de Dios y marca el lugar donde se encuentra Nuestro Señor Jesucristo en su vientre.

El ángel: Un ángel está a los pies de la Guadalupana con ademán de quien acaba de volar. Las alas son como de águila, asimétricas y muy coloridas, los tonos son parecidos a los del pájaro mexicano tzinitzcan que Juan Diego recordó, anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe. Sus manos sostienen el extremo izquierdo de la túnica de la Virgen y el derecho del manto.

ORACIONES A LA VIRGEN DE GUADALUPE


Oraciones a la Virgen de Guadalupe

Oración I

¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todos nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorga abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Oración II

Dios de poder y de misericordia, bendeciste las Américas en el Tepeyac con la presencia de la Virgen María de Guadalupe. Que su intercesión ayude a todos, hombres y mujeres, a aceptarse entre sí como hermanos y hermanas.

Por tu justicia, presente en nuestros corazones, reine la paz en el mundo. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Oración III

Santa María de Guadalupe, Mística Rosa, intercede por la Iglesia, protege al Soberano Pontífice, oye a todos los que te invocan en sus necesidades. Así como pudiste aparecer en el Tepeyac y decirnos: "Soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios", alcánzanos de tu Divino Hijo la conservación de la Fe. Tú eres nuestra dulce esperanza en las amarguras de esta vida. Danos un amor ardiente y la gracia de la perseverancia final. Amén.

Oración IV

Virgen Santísima de Guadalupe, Madre de Dios, Señora y Madre nuestra. Venos aquí postrados ante tu santa imagen, que nos dejaste estampada en la tilma de Juan Diego, como prenda de amor, bondad y misericordia. Aún siguen resonando las palabras que dijiste a Juan con inefable ternura: "Hijo mío queridísimo, Juan a quien amo como a un pequeñito y delicado," cuando radiante de hermosura te presentaste ante su vista en el cerro del Tepeyac.

Haz que merezcamos oír en el fondo del alma esas mismas palabras. Sí, eres nuestra Madre; la Madre de Dios es nuestra Madre, la más tierna, la más compasiva. Y para ser nuestra Madre y cobijarnos bajo el manto de tu protección te quedaste en tu imagen de Guadalupe.

Virgen Santísima de Guadalupe, muestra que eres nuestra Madre. Defiéndenos en las tentaciones, consuélanos en las tristezas, y ayúdanos en todas nuestras necesidades. En los peligros, en las enfermedades, en las persecuciones, en las amarguras, en los abandonos, en la hora de nuestra muerte, míranos con ojos compasivos y no te separes jamás de nosotros.

Oración V

Virgen de Guadalupe, Madre de América. Tiende tu protección sobre todas las naciones del Continente y renueva su fidelidad a Cristo y a la Iglesia. Suscita propósitos de equidad y rectitud en sus gobernantes. Protege a los hermanos de Juan Diego para que no sufran discriminación. Cuida a los niños. Guarda la unidad de las familias... Que desde esta tu Imagen manifiestes siempre tu clemencia, tu compasión y tu amparo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración VI

Virgen Santísima de Guadalupe, Madre y Reina de nuestra patria. Aquí nos tienes humildemente postrados ante tu prodigiosa imagen. En Ti ponemos toda nuestra esperanza. Tú eres nuestra vida y consuelo. Estando bajo tu sombra protectora, y en tu maternal regazo, nada podremos temer. Ayúdanos en nuestra peregrinación terrena e intercede por nosotros ante tu Divino Hijo en el momento de la muerte, para que alcancemos la eterna salvación del alma. Amén.

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Oración de San Juan Pablo II a la Virgen de Guadalupe


¡Oh Virgen de Inmaculada,
Madre del verdadero Dios y Madre de Iglesia!
Tú, que desde este lugar manifiestas
tu clemencia y tu compasión
a todos los que solicitan tu amparo;
escucha la oración que con filial confianza te dirigimos,
y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso,
a Ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores,
te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos,
nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos;
ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado,
Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino
De una plena fidelidad a Jesucristo a su Iglesia:
No nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos
Los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos
de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios
y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares
la gracia de amar y de respetar la vida que comienza
con el mismo amor con el que concebiste en tu seno
la vida del Hijo de Dios.
Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias,
Para que estén muy unidas, y bendice a la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión,
Enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos
a levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión de nuestra culpas
y pecados en el sacramento de la Penitencia,
que trae sosiego al alma.

Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos, 
Que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.

Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia,
Con nuestros corazones libres de mal y de odios,
Podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz,
que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
que con Dios Padre y con el Espíritu Santo,
vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén

Juan Pablo II

México, enero de 1979

ADVIENTO: ESPERANZA, ORACIÓN Y ALEGRÍA


Adviento: esperanza, oración, alegría
Adviento es la visita de Dios, es nuestra espera y nuestra esperanza activa, es oración y es alegría.


Por: Ramiro Pellitero | Fuente: iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.it 





El comienzo del adviento me ha traído a la memoria, una vez más, este cuento bien conocido.

     "Martín era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de trabajo.

     Martín, cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo de los evangelios frente al fuego del hogar. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente una voz que le decía. ‘Martín, mañana Dios vendrá a verte’. Se levantó, pero no había nadie en la casa, ni fuera, claro está, a esas horas de la fría noche...

    Se levantó muy temprano y barrió y adecentó su taller de zapatería. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Y se puso a trabajar delante de la ventana, para ver quién pasaba por la calle. Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo vestido de harapos y descalzo. Compadecido, se levantó inmediatamente, lo hizo entrar en su casa para que se calentara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta, para el camino y le regaló unos zapatos.

     Llevaba otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó el puchero de la sopa excelente que había preparado por si Dios se quería quedar a comer. Además fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de unos de sus hijos y se los dio para que no pasaran más frío.

    Pasó la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. La puerta se abrió con algo de violencia y entró dando tumbos el borracho del pueblo.

    – ¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios...– se dijo el zapatero.

    – Tengo sed –exclamó el borracho.

    Y Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con los restos de la sopa del mediodía.

    Cuando el borracho marchó ya era muy de noche. Y Martín estaba muy triste. Dios no había venido. Se sentó ante el fuego del hogar. Tomó los evangelios y aquel día los abrió al azar. Y leyó:

    – ‘Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestistes...Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hicistes...’

    Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo...".

    Adviento, esperanza de la venida de Dios que de muchas formas nos visita.

*     *     *


La visita de Dios

     En el comienzo del adviento de 2009, Benedicto XVI se detenía en el uso de la palabra “adviento” (parousia en griego) por San Pablo, cuando invita a los cristianos a preparar “la venida (adventus) del Señor nuestro Jesucristo” (1 Ts 5, 23). Adviento es la visita de Dios, es nuestra espera y nuestra esperanza activa, es oración y es alegría.

     1. Adviento: la visita de Dios. En el lenguaje antiguo, explicaba el Papa, ese término indicaba la llegada de un funcionario, la visita del rey o del emperador a una provincia. También podría indicar la visita de la divinidad que se manifiesta con poder, o a la que se celebra en el culto.

    Pues bien, señala Benedicto XVI: “Los cristianos adoptaron la palabra "Adviento" para expresar su relación con Jesucristo: Jesús es el Rey, que ha entrado en esta pobre "provincia" denominada tierra para visitar a todos; invita a participar en la fiesta de su Adviento a todos los que creen en él, a todos los que creen en su presencia en la asamblea litúrgica”.

      De esta manera, con esa palabra, “adviento”, se quería decir: “Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no podamos verlo o tocarlo, como sucede con las realidades sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras”.

     Se trata, prosigue el Papa, nada menos que de la visita de Dios: “Él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí”. 


Vencer la tiranía del activismo con la presencia de Dios

     “En la vida cotidiana –observa– todos experimentamos que tenemos poco tiempo para el Señor y también poco tiempo para nosotros. Acabamos dejándonos absorber por el ‘hacer’. ¿No es verdad que con frecuencia es precisamente la actividad lo que nos domina, la sociedad con sus múltiples intereses lo que monopoliza nuestra atención? ¿No es verdad que se dedica mucho tiempo al ocio y a todo tipo de diversiones? A veces las cosas nos ‘arrollan”.

     El Adviento –continúa– es una ocasión para detenernos y darnos cuenta de la presencia de Dios en nuestra vida. “Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros. ¡Cuán a menudo nos hace percibir Dios un poco de su amor!”. Y añade: “Escribir —por decirlo así— un ‘diario interior’ de este amor sería una tarea hermosa y saludable para nuestra vida”.

     ¿Qué pasaría –cabría cuestionarse– si tuviéramos más presente al Señor?

     “La certeza de su presencia –se pregunta Benedicto XVI– ¿no debería ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como ‘visita’, como un modo en que Él puede venir a nosotros y estar cerca de nosotros, en cualquier situación?”

    Y es que, en la perspectiva realista del cristianismo, nuestra vida es una visita de Dios, un encuentro con Él cada día.


El Adviento es espera

     2. En segundo lugar, otro elemento del Adviento, es la espera, “una espera –señala el Papa– que es al mismo tiempo esperanza”. Notemos por tanto que no se trata de esperar sin más, con los brazos cruzados, a que suceda algo; es más bien una espera activa, tratando de percibir lo que sucede y de colaborar en lo que podamos con la acción divina. Así lo explica Benedicto XVI:

     “El Adviento nos impulsa a entender el sentido del tiempo y de la historia como "kairós", como ocasión propicia para nuestra salvación”. Continúa señalando cómo “Jesús explicó esta realidad misteriosa en muchas parábolas: en la narración de los siervos invitados a esperar el regreso de su dueño; en la parábola de las vírgenes que esperan al esposo; o en las de la siembra y la siega”.

     La espera de algo que ha de acontecer es experiencia de todos: “En la vida, el hombre está constantemente a la espera: cuando es niño quiere crecer; cuando es adulto busca la realización y el éxito; cuando es de edad avanzada aspira al merecido descanso”.

    “Pero –advierte el Papa– llega el momento en que descubre que ha esperado demasiado poco si, fuera de la profesión o de la posición social, no le queda nada más que esperar”. Es, diríamos, como si alcanzada esa meta, o llegado el tiempo en que debería haberse alcanzado, no tuviera respuesta para esta pregunta: ¿Y ahora, qué? 

     Para los cristianos la esperanza está animada por una certeza: “El Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y de paz”.


Una espera que es esperanza

     3. Añade Benedicto XVI que hay muchas maneras de esperar. Y es muy diferente el caso de que no se tenga nada de lo que se espera, del caso en que haya algo, aunque no sea pleno: “Si el tiempo no está lleno de un presente cargado de sentido, la espera puede resultar insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro es del todo incierto. En cambio, cuando el tiempo está cargado de sentido, y en cada instante percibimos algo específico y positivo, entonces la alegría de la espera hace más valioso el presente”.

     Por eso, porque los cristianos ya tenemos al Señor en los dones que nos da (la fe, los sacramentos, la vida cristiana personal y en la Iglesia), aunque aún no nos hayamos unido a Él de modo pleno, podemos darnos cuenta de que Dios está con nosotros y llenarnos de esperanza en que se nos dará más plenamente aún.

     “Queridos hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente, donde ya nos alcanzan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza”.

     Y así, “el Adviento cristiano es una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la pobreza de Belén. Al venir entre nosotros, nos trajo y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación. Presente entre nosotros, nos habla de muchas maneras: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en los acontecimientos de la vida cotidiana, en toda la creación, que cambia de aspecto si detrás de ella se encuentra Él o si está ofuscada por la niebla de un origen y un futuro inciertos”.


Tiempo de oración y de alegría

     4. Dios está presente; se nos da de tantas maneras; ¿pero qué podemos hacer nosotros? He aquí la propuesta, que pasa necesariamente por la oración:

    “Nosotros podemos dirigirle la palabra, presentarle los sufrimientos que nos entristecen, la impaciencia y las preguntas que brotan de nuestro corazón. Estamos seguros de que nos escucha siempre. Y si Jesús está presente, ya no existe un tiempo sin sentido y vacío. Si él está presente, podemos seguir esperando incluso cuando los demás ya no pueden asegurarnos ningún apoyo, incluso cuando el presente está lleno de dificultades.

     “El Adviento es –concluye el Papa– el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno”. Y añade: “Precisamente por esta razón es, de modo especial, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede eliminar. La alegría por el hecho de que Dios se ha hecho niño. Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos alienta a caminar confiados”. En todo esto nos sostiene María, y nos obtiene la gracia de vivir este tiempo litúrgico “vigilantes y activos en la espera”.

LA FE ES GARANTÍA DE LO QUE SE ESPERA


La fe es garantía de lo que se espera
Sin la fe no podríamos subsistir, somos lo que creemos, el poder sin límites está en nuestra fe, cuando hay confianza mostramos lo que verdaderamente somos.


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: es.catholic.net 




Un hombre estaba sentado en el comedor de su casa; a su izquierda había un vaso de agua y a su derecha un plato de comida. Inseguro de si era hambre o sed lo que padecía, dudaba entre tomar la comida o beber el agua. Y al persistir la incertidumbre, murió sin probar alimento ni saciar su sed.

Para la Biblia, la fe es la fuente de toda la vida religiosa. A Dios debe responderle el ser humano con la fe. Siguiendo las huellas de Abrahán, padre de todos los creyentes (Rm 4, 11), personajes ejemplares del Antiguo Testamento vivieron y murieron en la fe (Hb 11), que Jesús lleva a su perfección (Hb 12, 2). Los discípulos de Cristo son los que han creído (Hch 2, 44) en Él.

El que ha creído en la Palabra, introducido en la Iglesia por el bautismo, participa en la enseñanza, en el espíritu, en la liturgia de la Iglesia (Hch 7, 55-60), en una confianza absoluta en Aquel en quien ha creído (2 Tm 1, 12; 4, 17s.) Se llega a la fe por la entrega, por la confianza en Dios, por la aceptación de su Palabra. El corazón tiene razones que la razón no comprende… Es el corazón el que siente a Dios, no la razón. Y eso es precisamente la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón (Pascal).

La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven (Hb 11, 1). La fe mueve montañas. Sólo las personas de fe pueden realizar grandes empresas y sacar fuerzas de todas las contrariedades que salen al paso. La fe ayuda, la fe es tabla de salvación. La fe te ayuda mucho. Cuando no hay fe, falta la vida.

Sin la fe no podríamos subsistir. El hombre es lo que cree. Somos lo que creemos que somos. A. Chejov y J. Suart Mill afirman que la persona que tiene fe posee más fuerza que otras noventa y nueve que sólo tengan intereses. Cuando uno cree que algo es verdadero, se pone en un estado como si lo fuese. Fe es cualquier principio, guía, aforismo, convicción o pasión que pueda suministrar sentido y orientación a la vida (A. Robbins).

El poder sin límites está en nuestra fe, pues ya lo expresaba muy bien Virgilio: Pueden porque creen que pueden. Hay que aprovechar cualquier cosa que ofrezca a un ser humano un rayo de fe y de esperanza y lo pueda cambiar. Somos lo que creemos. Nuestro sistema de creencias se basa en nuestras experiencias pasadas, las cuales revivimos constantemente en el presente, temiendo que el futuro vaya a ser igual que el pasado.

Sólo en el ahora podemos rectificar nuestras percepciones erróneas, y eso sólo se puede lograr eliminando de nuestra mente todo lo que creemos que otros nos han hecho y lo que nosotros creemos haberles hecho a otros.

La duda y la indecisión nos llevan a la muerte. No podemos vivir sin fe, sin confianza. Las dudas son nuestros traidores, decía Shakespeare. Y es cierto, porque basta con que penetre una duda en nuestra mente para acabar con toda la confianza y seguridad del mundo. La duda forma parte del sistema de nuestras creencias.
Al dudar de nuestros logros potenciales, proclamamos con certeza lo que es y lo que no es posible. Nadie se puede permitir el lujo de albergar dudas y admitir en su mente frases como: No tengo el talento suficiente, Eso no se puede hacer, sé realista.

Si hay confianza al pedir, también la hay al expresarse en cualquier tipo de conversación. Cuando hay confianza nos movemos a gusto, nos mostramos como somos, abrimos la mente, el corazón y todo el ser.

En 1982, la Corporación Forum, de Boston Massachussets, estudió a 341 vendedores de distintas compañías, en cinco industrias, para determinar a qué se debía la diferencia entre los más altos productores y los productores término medio. De éstos, 173 eran vendedores del más alto nivel, y 168 eran vendedores término medio.

Cuando se terminó el estudio, era claro que la diferencia entre los dos grupos no podía atribuirse a destrezas, conocimientos o habilidad. La Corporación Forum encontró que la diferencia ¡se debía a la honradez! Las personas que alcanzaban el más alto nivel en ventas eran más productivas porque los clientes tenían confianza en ellas. Y como les creían, les compraban a ellas.

En Jeremías (17,5-8) se ponen en claro dos actitudes, la del que confía en el ser humano y la del que pone toda su confianza en el Señor. Por eso dice maldito, es decir, infeliz, a quien pone su propia estabilidad, el fundamento de todo el edificio de su existencia, en sí mismo y en la caducidad humana: maldito el hombre que confía en otra persona (Jr 17,5); y declara bendito, es decir, lleno de vida, al que pone toda su existencia en la fidelidad de la palabra de Dios: bendito el hombre que confía en el Señor (Jr 17,7). Al ser humano se le presentan dos opciones fundamentales en su vida, o poner su confianza en Dios, en la vida, adherirse a él, o vivir alejado de Dios y poner su confianza en los ídolos que llevan a la muerte.

En Lc 6,20-26 se nos ofrece la proclamación fundamental de Jesús condensada en las bienaventuranzas, dirigida a los pobres e infelices, y en los ayes, que tienen como destinatarios a los ricos de este mundo. En los salmos se declara a una persona bienaventurada o feliz porque cumple con la ley del Señor: ¡Dichoso el que teme al Señor y sigue su camino! (Sal 128,1).

Las maldiciones, o ayes, son dirigidos a aquellos que se han apartado de Dios y viven en la muerte. ¡Ay de los que disimulan sus planes para ocultarlos al Señor! (Is 29,15).

Jesús dirige las bienaventuranzas simplemente a los pobres, a los hambrientos, a los que lloran, a los perseguidos, como declaración de felicidad. Los pobres, los perseguidos, los mansos, son felices porque, son ya desde ahora los seguros y privilegiados destinatarios de la misericordia de Dios.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 12 DE DICIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Diciembre 12



Sabemos que toda la ley consiste en amar de veras a Dios y a los hombres; lo demás son medios para conseguir este amor.
No hay cosa tan difícil de hacer y no hay cosa que tan fácilmente estemos persuadidos de cumplir.
Si se nos pregunta si amamos a Dios, respondemos "indudablemente". Si se nos interroga si amamos a los prójimos, igualmente sin hesitaciones diremos "¡ciertamente!".
Sin embargo, debemos recordar que el amor no consiste en decir "te amo" sino en hacer "obras de amor". El amor no será jamás un sentimiento, sino un gesto concreto.
En consecuencia, para saber si amo a Dios y si amo a los hombres, he de preguntarme si "hago" algo por Dios y por los hombres. Solamente esa concreción del amor es la que me podrá persuadir  de un modo cierto de que mi amor es auténtico y no falso.
“Si antes entregaron sus miembros, haciéndolos esclavos de la impureza y del desorden hasta llegar a sus excesos, pónganlos ahora al servicio de la justicia para alcanzar la santidad” (Rom 6,19). Santo no es tanto el que no peca cuanto el que ama, a no ser que no peque precisamente porque ama.


* P. Alfonso Milagro

FELIZ LUNES!!!!


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